ELECCIONES: guía para perplejos

Alberto Gálvez Olaechea
14 min readApr 15, 2021

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Como la fantasmagoría de edificios en el aire,
se hundirán y desaparecerán un día las torres coronadas de nubes,
los palacios suntuosos, los templos sublimes, la tierra entera y los que la habitan.
Nada, ni un soplo, quedará de esta vanagloria. Estamos hechos del mismo material
del que se tejen los sueños,
y nuestra corta vida la abarca un sueño.”

William Shakespeare

Nuevamente el outsider entró en escena desconcertando a propios y extraños. Pedro Castillo ha irrumpido en la política nacional con la fuerza de un meteorito

Esta elección expresa, a mi juicio dos cosas básicas. Primero, que a diferencia de resultados anteriores de lo que va del siglo XXI (con Toledo y con Humala), el voto de protesta fue a la izquierda, a un representante más neto del campo popular y no a un “cholo sagrado" y agringado (y como se descubrió después, corrupto) o a un militar que ofreció una “gran transformación” y que terminó como un simulacro mediocre. Segundo, que el quinquenio que termina ha estado marcado por tres hechos gravitantes: los grandes escándalos político-judiciales por corrupción (lavajato, cuellos blancos, etc.), el agotamiento del ciclo neoliberal en el Perú como consecuencia de la crisis internacional y la cereza del pastel de las desgracias que ha sido y es aún la pandemia del Covid y todas sus secuelas.

El Perú popular está descreído del establishment político actual. Todos los presidentes, sin excepción (Vizcarra y el "vacunagate" es el último eslabón de la cadena), son delincuentes. Y la mayoría de parlamentarios también. Por lo tanto estaban dadas las condiciones para que alguien venido de fuera capitalizara este malestar. Había un contexto favorable para el líder populista, pero era difícil saber de donde vendría, especialmente porque los outsider, al menos en el Perú, aparecen subrepticiamente al final de la campaña, sorprendiendo a un sistema político que no lo vio (vimos) venir.

A lo largo del quinquenio que termina el fujimorismo, incapaz de procesar su derrota en la elección presidencial, usó de modo prepotente su mayoría en el parlamento y se lanzó a un obstruccionismo político desmedido con el que se fue enajenado la opinión pública. Desde las censuras a los ministros hasta la vacancia de PPK. Si hay algo que agradecer a Keiko Fujimori es que con su ambición desmesurada y su torpeza política permitieran romper el largo idilio que venía habiendo entre un amplio sector de las clases populares y el fujimorismo.

Otra de las constantes del Perú es que la ola del cambio viene del sur. Quien gane esa posición tendrá una posibilidad real de ganar, al menos la primera vuelta. Lo que venga después dependerá de múltiples factores.

La izquierda vuelve al escenario

Una de las consecuencias de las recientes elecciones es que el panorama político ha cambiado en el Perú y en la izquierda en particular. La dinámica compleja, resultado del entrecruzamiento de varias crisis (económica, social, política y sanitaria), nos ha llevado a un impase histórico en el que, las elecciones, que debieron ser el lugar y el momento de salida de la crisis, amenaza con llevarla a niveles aún mayores. Trataré de hacer un breve itinerario del proceso que nos trajo al punto actual.

Para la izquierda este resultado del 2021 se empezó a crear desde el 2016, cuando el Frente Amplio (FA) obtuvo el tercer lugar con un expectante 18%, lo que significó su vuelta al escenario tras casi 20 años de marginalidad como fuerza autónoma. El triunfo en Lima con Susana Villarán había sido no sólo local, sino que terminó en desgaste. La emergencia del FA fue así una conquista labrada sobre la lucha de resistencia de las comunidades a la contaminación de las mineras (Conga, Tía María y Espinar) y las movilizaciones juveniles contra la llamada ley Pulpin. Sin duda la forja de esta organización y la consecución de su inscripción legal fue una conquista valiosa y un mérito del equipo encabezado por Marco Arana.

En lugar de encauzar de un modo convocante el caudal electoral obtenido, TyL, bajo el liderazgo de Marco Arana, decidió atrincherarse en su institucionalidad y en su inscripción legal, desestimando a los demás miembros de Frente y en particular, no reconociendo el papel de liderazgo que debía cumplir Verónika Mendoza quien, tras su importante resultado, emergía como una figura política de primer orden. El debate se inició al interior del propio TyL se trasladó al FA y luego vino la ruptura que dio origen al MNP. Como otras veces antes en la izquierda, el FA fue víctima de su éxito.

Después se dio la ruptura de la bancada y el inicio una historia de desencuentros en el parlamento entre los dos sectores con presencia en él: FA y MNP. Esto fue negativo para ambos, aunque un balance objetivo debe reconocer que dieron batallas valiosas, especialmente en el cierre del parlamento controlado por el fujimorismo y que le había servido para armar y consolidar un andamiaje mafioso y corrupto.

Afrontar el momento politico tan complejo e inestable como el peruano, siempre pasa una factura. Impedir que Keiko Fujimori ganara el 2016 implicó llamar a votar por PPK, impedir la primera censura a PPK promovida desde el fujimorismo para hacerse del poder o enfrentar en golpismo de Merino contra Vizcarra, fueron medidas no por necesarias menos desgastantes.

Quienes permanecieron silenciosos o cuyas voces, al estar en la periferia, fueron inaudibles, tenían la ventaja de que no arriesgaban y dejaban que otros cargarán con el costo de ciertas decisiones.

La izquierda desunida

Cuando Vladimir Cerrón fue elegido gobernador regional de Junín el 2018, convocó en Huancayo a un encuentro de las izquierdas. Saludé esta iniciativa (escribí entonces en mi blog un artículo que el periódico de Perú Libre reprodujo). Al evento de inicios del 2019 (al que se denominó Voces del Cambio) asistió Verónika Mendoza quien fue la oradora de fondo y a quien todos reconocían como la eventual candidata presidencial de una alianza de las izquierdas. Al encuentro de Huancayo le siguió otro en el Cusco a mitad de año. En el interín, Goyo Santos fue reclutado por Cerrón a las filas de Perú Libre y fue el penúltimo orador. Su discurso fue tan arrogante y anti-unitario que en la práctica canceló los siguientes eventos programados (Goyo después seria expectorado de Perú Libre y volvió a prisión).

Las conversaciones para una alianza unitaria siguieron, salvo con el FA de Marco Arana, reacio a todo acercamiento, atrincherado en su burbuja.

Pero en este punto empezaron a surgir las tensiones dentro del MNP a propósito de la alianza con Perú Libre. Esto se aceleró tras el cierre del parlamento y la convocatoria a las elecciones complementarias del 2020. Un sector, encabezado por Marisa Glave e Indira Huilca, respaldadas por una parte del Comité de Mujeres, resistían a este acuerdo aduciendo que Vladimir Cerrón era machista y corrupto. La decisión de avanzar con el acuerdo unitario precipitó la renuncia de ambas junto a Tania Pariona y un par de parlamentarios más que se subieron al coche. Un grupo de mujeres afín a las renunciantes llegaron al local del MNP y en medio de una Asamblea descubrieron sus senos en señal protesta, filmando el evento y esparciéndolo luego por las redes. Así el MNP entraba en crisis, al perder a tres de sus figuras políticas y ver mellada su imagen.

En medio de las conversaciones para la unidad se produjo la condena a Cerrón por corrupción. No soy abogado que pueda avalar o desacreditar la sentencia judicial, pero sin duda este era un hecho particularmente grave en un contexto en el que los escándalos de corrupción sacudían al país. Le pidieron que dejara las funciones de conducción mientras arreglaba su asunto legal. Se comprometió a esto pero en la práctica incumplió.

Cuando finalmente la alianza de JP y PL se selló y fue a inscribirse resultó que este último partido tenía unos candados estatutarios que lo impedían. Se les propuso entonces que sus candidatos se integraran a las listas de JP, a fin de mantener el acuerdo unitario, pero se negaron y decidieron marchar por cuenta propia.

Después del alto precio pagado por el MNP está decisión fue decepcionante, sobre todo cuando las listas de JP para las elecciones complementarias del 2020, no lograron pasar la valla y se quedó sin bancada. PL por su lado celebró como triunfo el 3% que obtuvo.

Creo que aquí se quebró la confianza de la dirección del MNP en avanzar hacia la unidad para las presidenciales. Por eso, cuando PL quiso retomar las conversaciones sobre la unidad ya no los tomaron en cuenta. Fue entonces que, como plan B, Cerrón puso a Pedro Castillo como su candidato alterno. No creo que imaginara que este no iba a ser un “huachito” cualquiera sino el premio mayor de la Tinka. Viendo en retrospectiva es fácil ver dónde estuvieron los pros y los contras, las fortalezas y debilidades, lo que debió o no hacerse; y claro, siempre es más sencillo ser historiador que profeta.

Nunca podremos averiguar si esa eventual alianza con Perú Libre con Verónika como candidata presidencial habría logrado el mismo éxito obtenido por Castillo, o mayor o menor. En política uno más uno no siempre son dos.

Tratando de entender los resultados

Yo no creo que la propuesta programática de Castillo fuera más radical que la de la de Verónika Mendoza, ni que esta tuviese un mensaje dirigido a las clases medias. Eso es una simplificación tendenciosa. Salvo algunas ideas como el de justicia rondera (útil para sectores del campo, o el delito menor), o del “cierre del tribunal constitucional (que en realidad es una acción de segundo plano) las propuestas de Castillo no difieren de lo planteado, con mayor claridad y argumentos, por Verónika Mendoza: nueva constitución, nacionalización del gas, etc. No hay ninguna idea fuerza que rompiera como consigna de combate (como el “sin patrones ni generales" de Hugo Blanco en 1978). El “No más pobres un país rico" de Perú Libre suena a deseo de buen samaritano, frente a una consigna mucho más rompedora de “una segunda reforma agraria" de Verónika Mendoza.

Pienso que el éxito de Castillo tiene que ver con otros factores. Hago aquí una reseña de los que a mi juicio son los más importantes:

  • El poder de la imagen se impuso al discurso. La imagen del maestro rural con sombrero campesino de Castillo fue más potente, como mensaje de lo popular y del cambio, del Perú provinciano, que la elocuencia y la claridad conceptual de Mendoza.
  • Ser profesor sindicalista es, sobre todo en los pueblos, una forma de liderazgo social. Las redes de maestros extendidas por el territorio, muchas de las cuales son enemigas de Patria Roja (parte de JP) por causas de larga data, actuaron como agentes activos de la campaña (entiendo que varios de ellos fueron candidatos y hoy parlamentarios electos).
  • Ser “outsider”, es decir alguien que aparece desde fuera del sistema político instalado, cuando la política está en su peor fase de desprestigio. Y como todo “outsider” irrumpir en el último momento arrasando sin dar tiempo a las campañas de demolición mediáticas. Mientras Mendoza, por su lado, no era la sorpresa del 2016 y aparecía como parte del sistema político.
  • Castillo desarrolló una campaña en el terreno más audaz (tanto que contrajo el Covid) propiciando una interlocución directa en los pueblos, en tanto que, más atenta a los protocolos de cuidado frente a la pandemia, el énfasis de Mendoza fue en los medios y las redes sociales.
  • El mensaje abiertamente conservador de Castillo en relación a temas como el enfoque de género en la educación, el aborto o el matrimonio igualitario, calzó mejor con los prejuicios populares (difundidos por las iglesias, que son entes más extendidos e influyentes que cualquier partido político) que la propuesta más liberal de Mendoza sobre este punto. Que PL se autodefina “izquierda macha" (concepto acuñado por Antauro Humala) es parte de este perfil.
  • Mendoza actuó como una suerte de pararrayos protector, de rompe-cerco que recibía el fuego cruzado y graneado, mientras Castillo crecía de modo discreto a la sombra. Cuando la derecha mediática empezó el bombardeo, tres días antes de la elección, fue tarde.
  • Hubo en los inicios un afán deliberado de inflar a Castillo para restarle votos a Mendoza, percibida como el enemigo principal a vencer. Tuvieron tanto éxito que hoy tienen que lidiar con él.
  • En el transcurso de la campaña, sobre todo al final, las pequeñas redes de activistas de una izquierda radical (el Movadef, pero no sólo ellos) se subieron al micro y le pusieron más combustible.
  • Sería interesante indagar la manera de formación de consensos a través de las redes sociales sobre todo entre los jóvenes populares. Muchos de quienes en la elección anterior votaron “pescadito” del Frepap ahora lo hicieron por el “lapicito". Curioso que prenda el símbolo más que el candidato, y que esta identificación se produzca muy rápido y muy cerca de la votación, como esperando el último momento.

No entro en los pormenores de la campaña, que siempre tienen su peso, porque solo conozco sus rasgos generales y la manera cómo apareció ante el público. Serán los equipos de campaña los que deberían hacer el balance, a la luz de los resultados.

El nuevo paisaje político

Me aburren los lugares comunes, como los que hablan del “Perú profundo". No perdamos de vista que el ganador de esta elección ha sido el ausentismo y el voto en blanco y viciado, por encima del promedio.

Lo nuevo del resultado no es tanto el éxito de PL sino el hecho que, con un porcentaje muy cercano al del FA del 2016, haya quedado en primer lugar. Y es que en esta ocasión la derecha en general, y el fujimorismo en particular estuvo sumamente fragmentado. Si sumamos lo obtenido por los tres rostros del fujimorismo tenemos un porcentaje algo menor al de Keyko del 2016 en la primera vuelta, pero no tan lejos.

No deja de ser paradójico que la segunda vuelta la disputen la principal promotora de la crisis política y un actor irrelevante en esta. En cambio, las figuras políticas que tuvieron una presencia activa en la resistencia al golpismo de Merino (Guzmán y Mendoza) fueron relegadas.

En el transcurso de mi vida he visto surgir y luego esfumarse proyectos políticos más consistentes que Perú Libre. Desde el ARI que encabezara Hugo Blanco, la IU de Alfonso Barantes, hasta el FA de Marco Arana (y el 18% de Verónika Mendoza el 2016). Todos estos proyectos fueron víctimas de sus éxitos antes que de sus fracasos. La gran diferencia es que hoy Perú Libre con Pedro Castillo se encuentra ante la posibilidad histórica de ser gobierno, y con ello sus retos y responsabilidades han crecido de modo exponencial.

¿Perú Libre será la excepción? Veremos. Qué Castillo tenga los votos y Cerrón sea el dueño del Partido traerá tensiones respecto a dónde se situará el centro de las decisiones políticas. De la magnitud de éstas y de la habilidad de los actores para sortearlas, dependerá el destino del proyecto político que hoy se alboroza por el éxito, pero que pronto afrontará encrucijadas. La abigarrada mezcla de fuerzas aglutinadas en el camino no tardará en expresarse. Es insensato, como alguien propuso por ahí, pretender que Castillo se distancie de Cerrón. La lealtad es un componente fundamental de la vida y la política. Claro que la primera lealtad es a las convicciones, pero hasta aquí no se perciben diferencias significativas entre ambos personajes. El tiempo dirá el resto.

Parte de los desafíos que tendrá Perú Libre en general y Castillo en particular, es el de construir alianzas y tender puentes si quiere ganar las elecciones y hacer política en serio.

Ser outsider (sin plan de gobierno estructurado, sin equipo) puede haber servido para ganarle en primera vuelta a una derecha fragmentada, pero ganar la segunda vuelta y si gana, gobernar, plantea otras exigencias.

Tengo la impresión de que la sorpresa por el resultado de las elecciones abarca también a Castillo y Cerrón, quienes entraron a estas (por lo menos el segundo) con la idea de defender su inscripción y terminaron colocados en la posibilidad de ser gobierno. ¿Están mental, ideológicamente y organizativamente preparados para acometer la tarea? ¿Tienen claridad del rumbo a seguir? La burguesía y las clases medias han entrado en pánico y eso las hace sumamente peligrosas. La crisis política y económica que arrastramos prácticamente desde el 2016 se ha amplificado con la pandemia. Estos resultados elevarán las tensiones a puntos no alcanzados en las elecciones precedentes. Si Humala produjo soponcios, Castillo los tiene al borde del infarto, pero estas situaciones límite son peligrosas, pues la dinámica de los miedos y las pasiones desbordadas llevan al espiral de agravios y enfrentamientos de alcances y consecuencias impredecibles.

Es cierto es que el centro de gravedad de la política de la izquierda se ha trasladado, al menos por un tiempo, de Lima a Huancayo y Chota. A qué puerto nos llevará no está claro, al menos para mí. Es cierto que los hombres hacen la historia, pero también es cierto lo contrario, la historia forma a sus líderes. El agricultor Emiliano Zapata y el bandolero Doroteo Arango (más conocido como Pancho Villa) fueron hechura de la revolución mexicana. Pronto veremos si Castillo y Cerrón están a la altura del desafío en que los ha situado la historia

Una segunda vuelta feroz

La aspereza de esta segunda vuelta está garantizada. Es la mayor polarización imaginable. Veremos si el anti- fujimorismo que unificó fuerzas en el pasado sigue siendo eficaz para generar la movilización que supere la mezcla de “terrukeo", “chavisteo”, etcétera. Las derechas sin duda van cerrar filas tras Keiko. Castillo, si quiere tener éxito, tendría que salir de la dicotomía izquierda-derecha para reforzar su imagen de representante de los de abajo frente a los de arriba. Pero al hacerlo tampoco puede ignorar que existen corrientes y fuerzas progresistas que exigen otras demandas (ecológicas, feministas, etc.). Le corresponde a él hacer los gestos y dar los pasos de acercamiento que le permita sumar fuerzas.

Me parece que quienes desde la izquierda y desde una posición socialista, queremos impulsar una perspectiva transformadora tenemos que contribuir a hacer converger esfuerzos y movilizar voluntades. Y hacerlo sabiendo que las dinámicas sociales y políticas abiertas son a veces desbordantes.

Hay quienes anunciaron ya su voto por Castillo y es válido. Pero esta adhesión los compromete como individuos. Al fin de cuentas, los partidos son demasiado organizaciones demasiado endebles para disciplinar el voto de sus simpatizantes

Pero Verónika Mendoza es líder de una colectividad que representa a cientos de miles de votantes muchos de los cuales esperan los gestos de acercamiento y los compromisos políticos que asuma Castillo. No es arrogancia ni mezquindad, es establecer desde el inicio la bases de un compromiso serio y estratégico. No se trata de subirse al coro de los ayayeros, ni de quienes sinceramente preocupados creen que cuanto antes se pronuncien será mejor, sino de construir consensos duraderos. Y aquí quienes tienen la palabra son Castillo y Cerrón.

Para quienes no entienden la diferencia entre lo de hoy y lo del 2016 haré algunas precisiones. Primero, la decisión de Verónika de llamar a votar por PPK no fue fácil (como dicen algunos con ligereza) pues había muchos que pensábamos (ojo, me incluyo entre los equivocados) que no había que quemarse apoyando a un neoliberal lobbysta (y ahora con claros indicios de corrupción) y, hasta donde sé, la misma Verónika Mendoza tenía reticencias. Segundo, fue un llamado a votar por un enemigo para impedir la consolidación de un enemigo más peligroso. A la luz de los resultados, haber impedido el triunfo de Keyko fue lo que la precipitó al abismo político (y a la cárcel) del cual se esfuerza tenazmente en salir. Sólo la tontería o la mala fe pueden no verlo.

Este caso es distinto. Se trata de una fuerza de raigambre popular con la que hay indudables afinidades (y también diferencias, claro), y con la cual habría que concordar para hacer frente a un enemigo común. Y esta concordancia supone diálogo y la iniciativa de este tiene que provenir del actor central que tiene que definir sus objetivos y sus alianzas. Si no le interesan las alianzas será decisión política suya, nadie se la puede imponer, pero tampoco rogar.

La política es también un gran acto de pedagogía y si hay algo que enseñar a los peruanos de hoy es que somos dialogantes, que ser radicales no es ser autoritarios, que quienes estamos por el cambio sabemos tender puentes de acuerdo entre peruanos de bien para salvar a la patria de los mafiosos y corruptos. Si algo abunda en el Perú de hoy es el miedo y la incertidumbre y ambas emociones son malas consejeras. Transmitir serenidad y confianza, vocación dialogante ayudará a sosegar los espíritus y transmitir confianza no a los mercados sino a los ciudadanos. Si algo ha mostrado Castillo es sagacidad y la necesitará para afrontar panorama complejo de eventos que ha contribuido a desatar y que lo colocan en el vértice de lo que amenaza ser una confrontación de grandes proporciones que puede ir más allá del campo electoral.

Bueno, hasta aquí llegué en estos días de tribulaciones e incertidumbres. Espero que estas ideas algo sueltas sean aportes a la reflexión colectiva.

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