Alberto Gálvez Olaechea
16 min readDec 1, 2022

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Apuntes al libro “APOGEO Y CRISIS DE LA IZQUIERDA PERUANA”

1. Quiero empezar diciendo que estamos ante un libro valioso e imprescindible en el proceso de evaluar a la izquierda peruana, o al menos a la parte fundamental de aquella que, a partir de los años 80 hizo del escenario electoral su espacio privilegiado. Por lo tanto es importante que no pase inadvertido y sirva de punto de partida de sucesivas discusiones y reflexiones. “El valor de una idea está en el debate que suscita” decía el Amauta. Estos apuntes pretenden alimentar esa discusión.

2. Una primera acotación es a la desigualdad en su formato, no sólo porque se trata de la yuxtaposición de ensayos y entrevistas, sino porque los formatos de estas últimas son disímiles. Algunas entrevistas (las más enriquecedoras) empiezan indagando por las motivaciones que llevaron a los actores a la militancia izquierdista y sus experiencias formativas, mientras que otras (las más tediosas y las que menos aportan) se mueven en un terreno más conceptual y “objetivo”. Creo que es imprescindible captar la subjetividad de los protagonistas para entender los procesos políticos en toda su complejidad. Fue ilustrativo conocer facetas de la vida y de las experiencias militantes de Hugo Blanco, Ricardo Letts, Edmundo Murrugarra y Carlos Tapia, por ejemplo, mientras que los dirigentes de Patria Roja siguen siendo un enigma.

Tampoco quedan claros los criterios de selección de algunos de los entrevistados. Siento que hay entrevistas prescindibles (puesto que no añaden nada a lo ya dicho por otros) mientras que hay omisiones que tendrían que subsanarse en otros libros de similar característica. Creo que habría que escuchar, por ejemplo, lo que tiene que decir Agustín Haya (candidato de la IU a la presidencia el año 1995), especialmente tras su retorno al APRA, o Luis Benítez Jara que, como lo recuerda Carlos Tapia, fue precisamente quien llevó a Barrantes a la UDP y participó en el CD de IU durante los primeros años.

3. La posición frente a Velasco puede mostrarse como síntoma de la estrechez de la naciente “nueva izquierda”, pero también puede afirmarse que fue su mecanismo defensivo frente a un proceso de cambios que, siendo progresista y nacionalista, era también autoritario, impuesto de arriba hacia abajo, manu militari. Coincido con Antonio Zapata en que a pesar del exceso retórico de la nueva izquierda, fue precisamente su vocación autónoma lo que le permitiría encauzar las nuevas dinámicas sociales que no se ajustaban a los parámetros del velasquismo. Y esta izquierda radical creció más rápidamente que aquella asociada al proyecto de los militares, aún cuando su fragmentación no permitiese visibilizar este crecimiento en aquel momento. Se equivoca Gustavo Espinosa cuando afirma que fueron los 18 meses que el PCP-Unidad apoyara a Morales Bermúdez los que abrieron el espacio para que la “ultra-izquierda” ganara posiciones. El PCP-Unidad fue desplazado por los sectores más movilizados y combativos desde inicios de la década del 70 (los mineros del centro y el magisterio). Ninguna de las grandes huelgas ni luchas de la época fueron conducidas por ellos. Un proceso que había comenzado por las juventudes estudiantiles, se prolongó al magisterio, pasó a los mineros, a los metalúrgicos y ganó importancia en los sectores de vanguardia del proletariado. El campesinado se movilizó también fuera de los cauces restringidos de quienes pretendían una reforma agraria tecnocrática y la llevaron más allá de lo que inicialmente se había propuesto, proceso que comenzó con la hacienda Huando el año 1970.

4. Creo que es importante situar con claridad las responsabilidades históricas de los momentos claves y no diluirlas como si determinadas decisiones hubieran sido resultado fatal e inevitable de la historia. Me refiero al hecho de que la década del 80 se abrió para la izquierda legal con la ruptura del ARI — que se revertió al constituirse la IU meses después — y se cerró con la ruptura de la IU — que ya no pudo ser revertida — que la sumió en la crisis de la que no termina de salir.

Mientras que la ruptura de inicios de los 80 pudo superarse — puesto que el crédito de confianza de las masas mantenía vigencia — , la ruptura de fines de la década fue definitiva, pues nueve años de irresoluciones, pleitos e incoherencias habían terminado de remojar la pólvora de la esperanza popular. Como lo menciona Filomeno, otros actores reemplazaron a una izquierda fuera de la historia.

5. La responsabilidad de la ruptura del ARI correspondió a Hugo Blanco y los trotskistas, y eso debe ser dicho sin medias tintas, y no diluir esto apelando a las actitudes rupturistas del UNIR y de Barrantes, como hace Antonio Zapata. Para formar el ARI fue necesario que Barrantes se “tragara el sapo” de ir en segundo lugar detrás de Hugo Blanco (cosa que se logró en una reunión del Comité Central del MIR a la que fue invitado Alfonso Barrantes y en la que diría al final “me han vencido pero no me han convencido”) y que el UNIR aceptara lo mismo. Además se accedió a la exigencia leonina — dada la poca envergadura orgánica del trotskismo — de tener el 50% de los cupos electorales. Pese a haber obtenido la candidatura presidencial y la mitad de los cupos, arrastrado por el POMR y un sector de su partido, Blanco y el PRT, rompieron el ARI, en lo que él hidalgamente reconoce en el libro como una “metida de pata”.

¿Qué habían fuerzas rupturistas? Sin duda. En toda alianza política suelen haberlas. Pero ese no es el tema. El tema es quién tomó la decisión de romper en un momento crítico y trascendental. Y esto no era inevitable, como lo sostiene Rolando Breña, pues en política, como expresión de voluntades humanas, no hay nada inevitable. Concuerdo con Zapata que ARI hubiera sido un movimiento más plebeyo, tumultuoso y contestatario que lo que vino como sucedáneo: la IU.

6. En lo que respecta a ruptura de la IU (que seguí de lejos) pienso que sostener, como lo hacen Carlos Tapia y otros, que era inevitable es, como en el caso anterior, zafarse de responsabilidades. Ciertamente que las veleidades insurreccionales del PUM no hacían fáciles las cosas y que Patria Roja mantenía la vieja vocación hegemonista que traía de sus raíces estudiantiles. Indudablemente que la presencia de SL y del MRTA era un factor altamente problemático y tensionador del proceso político peruano. Sin embargo, como lo menciona Francisco Guerra en su ensayo, el año 1988 Barrantes tenía el 36% de la intención del voto, contra un 25% de Vargas Llosa y 22% de Luis Alva Castro. Es decir, a pesar de SL y el MRTA, a pesar de los radicales dentro de IU, la izquierda se mantenía como una fuerza electoral de primer orden. Pero pese a todo, Barrantes y su entorno rompieron la IU. Y en esto no hubo nada inevitable sino cálculos políticos equivocados. La radicalidad de Patria Roja era retórica y el proyecto insurreccional del PUM se diluyó — como era previsible — sin dejar rastro (como lo narra Jorge Luis Rénique en su estupendo libro de “La Batalla por Puno”).

Decir que la existencia del PUM y sus arrebatos insurreccionales hubiera impedido a un eventual gobierno de IU operar en el poder, no es serio. Barrantes alcalde se manejó al margen de los partidos y es por demás sabido que el régimen presidencialista hace de los partidos plataformas electorales que catapultan al poder a un presidente que, una vez juramentado, es todopoderoso para deshacer las alianzas que lo llevaron a la victoria, y construir otro sistema de alianzas completamente diferente, como lo muestra hoy Ollanta Humala, o en su momento, Fujimori.

7. Creo que en la decisión de Blanco y la de Barrantes, cada cual en su día, hubo el mismo equívoco: la convicción de que eran los dueños de los votos, y que las masas los seguirían a donde fueran. Craso error que costó caro, y no solamente a ellos.

Hay un elemento que solamente Pedraglio y Pease se atreven a decir con claridad, y es que pese a toda la retórica radical, pese a todos los juramentos programáticos e ideológicos, al final todos los conflictos en la IU se condensaban en las cuotas electorales y en las candidaturas. Las cuestiones estratégicas y programáticas se discutían y se consensuaban en horas, las listas se armaban en semanas y por lo general se entregaban en el momento del cierre de las ventanillas del JNE a media noche. Esto que empezó a notarse en la UDP, en la IU se desbocó, quizá porque sus posibilidades electorales eran mucho más grandes. La izquierda llegó al escenario electoral arrastrando sus viejos enconos de las disputas estudiantiles y sindicales y los reprodujo a escala más amplia.

8. Ambas rupturas cambiaron la historia del Perú sin duda alguna. Coincido con Pease en su valoración de que la defensa de la unidad de IU era trascendente, más allá del hecho electoral, pues era, mal que bien, una institución y un referente político para las masas que aspiraban al cambio y eso nunca estuvo en duda en el MRTA, donde aspirábamos a una convergencia estratégica, aun cuando tácticamente sabíamos que nuestros caminos eran distintos.

9. La figura de Alfonso Barrantes es valorada de manera diversa por los entrevistados. Mientras algunos, como Susana Villarán, se muestran encandilados por el “tío frejolito” y su hablar pausado, otros en cambio son particularmente severos con su rol de líder de la IU, como Letts y Zapata. Para unos, Barrantes introducía a la izquierda en el campo de la política, entendida como arte de gobernar dentro de las posibilidades, avanzando gradualmente, para otros pretendió sacarlos de los goznes de la política revolucionaria y su vocación de ruptura con el viejo orden social.

Es interesante, aunque solo sea como ejercicio intelectual, hacer un paralelo entre Salvador Allende y Alfonso Barrantes, como líderes políticos de las respectivas izquierdas de Chile y el Perú. El primero de ellos fue siempre, sin asomo de duda, un socialista y un demócrata, pero no dudó jamás en participar el OLAS (que era el proyecto de Cuba y del Che). No fue nunca el punto muerto de la alianza de partidos, sino un activo constructor y negociador. Y si bien es cierto que la Unidad Popular chilena era mucho más orgánica y consistente que la IU peruana, también es cierto que Allende no tuvo problemas en mantener vínculos con el MIR chileno (que estaba fuera de la UP y tenía una trayectoria guerrillera), quienes aportaron con cuadros militares para la formación del Grupo de Apoyo al Presidente (GAP), que era su seguridad personal, pues él nunca confió en los militares ni en los carabineros. Demás está comentar la forma heroica en que murió defendiendo sus convicciones democráticas. El segundo fue un demócrata pero tengo serias dudas de que fuera un socialista. No fue el constructor de la IU, sino el punto muerto en el equilibrio paralizante de los partidos que la componían. Su forma de presionar era la de hacerse el resentido y desaparecer, eludiendo el debate abierto de las ideas y las propuestas (quizá porque nos las tenía, o no la tenía muy claras). Ambicioso e inseguro, se rodeaba de un grupo de incondicionales que le hacían la corte, cortándole el vínculo real con las masas, con las cuales hubiera podido — y debido — tener una interlocución más directa. Pero no, él era más un político de salón que un tribuno de multitudes. No sería justo responsabilizarlo exclusivamente de lo que pasó con la IU, pero sería aún más injusto exculparlo pues, pese a quien pese, fue su presidente desde su fundación, hasta que la abandonó sin pena ni gloria casi una década después.

10. Ciertamente que el gran debate que atraviesa a la izquierda desde su aparición en la década del veinte, es el de reforma y revolución. Mariátegui es el primero en recusar lo que entonces llamó “socialismo domesticado”.

En los años 60, especialmente tras la revolución cubana, la línea demarcatoria la establece la posición frente a la lucha armada, pero no solamente como debate conceptual, sino como praxis. Y esto fue parte del ADN de la llamada nueva izquierda, por lo que romper con su pasado le resultaría tan difícil. El sector barrantista pudo realizar este zanjamiento de manera más rápida y radical, quizá porque se trataba, en la mayor parte de los casos, de intelectuales independientes o grupos sin mayor estructura de cuadros ni tradiciones. Para grupos como el PUM, Patria Roja en incluso el PCP-Unidad (con su histórica moderación), sujetos a fuertes debates y tensiones internas, les resultó mucho más difícil renunciar a su pasado.

Pero también había una valoración diferente del momento político y de la manera de conducirse en él. El PUM, por ejemplo, planteaba que se vivía una situación revolucionaria y de ello desprendían la necesidad de una estrategia de “gobierno y poder” (que por lo demás correspondía a los acuerdos programáticos que dieron origen a la IU). El sector barrantista, quizá con más olfato político, pretendió adaptarse al nuevo humor de los tiempos y encauzarse dentro de una estrategia posibilista en el marco de un régimen democrático.

11. El tema de la democracia es el otro gran asunto significativo y cuyas raíces se remontan a Mariátegui, para quien los soviets, de un lado, y el fascismo, del otro, habían ahogado a la democracia liberal. No había pues, una tradición democrática liberal en la izquierda peruana. Y al no haber pasado los años 70 por la experiencia de dictaduras terroristas como las de Chile o Argentina, como acota Guillermo Rochabrún (Batallas por la teoría), la izquierda peruana no logró revaluar con velocidad, intensidad y visión estratégica el significado de la democracia, como lo hicieran las izquierdas en otras partes de América Latina (Brasil, Uruguay, etc.).

12. Guillermo Rochabrún en su libro Batallas por la teoría sostiene que uno de los problemas claves de la izquierda peruana los años 80 fue el de actuar en una economía que no crecía. Esto cambió en Perú de una manera tan rápida que descolocó a todos. Mientras que los protagonistas de los años 60 y 70 fueron el sindicalismo “clasista y combativo” y el campesinado movilizado por la tierra, tras la reforma agraria y en pleno proceso de crisis económica y des-industrialización, los nuevos protagonistas fueron los informales y las madres de los comedores populares y el vaso de leche.

13. Es cierto también lo sostenido por Antonio Zapata de que en los sectores trotskistas hubo propuestas que apuntaban a enlazar consignas democráticas con las socialistas, sin embargo no lograron mayor predicamento en los contingentes más significativos de la izquierda, para quienes habían fracturas teóricas y políticas entre su determinación de actuar en la legalidad (que aparecía como mecanismo de “acumulación de fuerzas” de orden táctico) y sus propuestas estratégicas. Esta dualidad, hasta donde mi información me lo permite, nunca fue resuelta en el plano teórico en los partidos conformantes de IU, aun cuando en la práctica su integración a la legalidad democrática ya había sido consumada.

14. “La verdad es hija del tiempo”. En las entrevistas descubrimos algunas perlas que merecerían análisis que vayan más allá que estos breves apuntes.

Nos enteramos por Ricardo Letts de la presencia de un comandante de la guerrilla salvadoreña en uno de los eventos del PUM donde había más de 300 cuadros y que los entusiasmó con la idea de “irse al monte”, lo que ayuda a entender ciertos procesos. Estos y otros temas conexos tendrían que discutirse, pero ¿es este el momento? ¿Podemos soltar alegremente información que puede ser utilizada en las campañas de la derecha? En fin, es cierto que hay asuntos pendientes que la izquierda tendrá que ir sincerando con el tiempo.

Sabemos hoy por Henry Pease que cuando Barrantes se enteró que las encuestas reservadas de los militares lo ponían como alcalde de Lima, entró en pánico por su miedo a asumir el reto de ganar y los desafíos que ello implicaba. Creo que ilustra el carácter del principal dirigente de la IU y lo que se podía esperar de él.

Pero más reveladora es la información que da Ricardo Letts sobre la incitación (reiterada) que le hiciera Alan García para que se lanzara a la captura de la IU. El dato es significativo pues muestra la manera como el astuto político aprista incidía en los proceso al interior de la izquierda. Si le hizo esta proposición de apoyo a Letts, cuyo peso específico dentro de IU no era capital, cabe imaginarse todos los ofrecimientos que le hizo a Barrantes, políticamente más afín y con mucho mayor predicamento dentro de la IU.

15. Son sorprendentes las declaraciones de un tipo experimentado como Gustavo Espinoza Montesinos, para quien Sendero Luminoso sería una creación de la CIA y la ruptura de la IU habría sido provocada así mismo por esta omnipresente organización. No deja de ser tentador asumir estas tesis conspirativistas, pues permite zafarse de ciertas responsabilidades. Pero no, la evidencia demuestra que la larga tradición de la izquierda en rupturas no necesitó nunca de la CIA.

Las grietas entre Barrantes y los partidos y de estos entre sí, existió desde el inicio, así como la antipatía de Barrantes por Javier Diez Canseco (probablemente el más capaz de los dirigentes de la IU y el menos dispuesto a contemporizar con él), como también las pugnas al interior de los distintos grupos políticos. En el camino se le añadieron las asperezas del trajinar político y las diferencias tácticas y estratégicas que se fueron dibujando.

Los celos y protagonismos personales y colectivos constituyeron una constante a lo largo de la historia de la IU, pero sintomáticamente fueron los partidos con mayor arraigo social (PCP, Patria Roja y el PUM), junto a los sectores cristianos de izquierda (que jugaron un rol unitario encomiable) quienes permanecieron en la IU, en tanto que los partidos “super-estructurales” y personalidades sin base social propia quienes acompañaron a Barrantes en su aventura rupturista en la idea de que tras él vendrían los votos.

Espinoza pareciera conocer poco los procesos que daban dentro de su propio partido al achacar a la CIA la organización de la silbatina a Barrantes durante el 9º Congreso del PCP. Dentro del PCP-U, particularmente en la JC, fermentaba un descontento creciente respecto a Barrantes, a quien responsabilizaban (no sin algo de razón) por las deficiencias del Frente. Un sector de estos descontentos saldría luego del PCP y se integrarían al MRTA.

Cabe acotar finalmente, que la izquierda no necesitó de la CIA para cometer la insensatez de lanzar tres mini-candidaturas el 2006 (Villarán, Moreno y Diez Canseco) que apenas consiguieron el 1% de los votos. Como no fue la CIA la que llevó a Susana Villarán a romper la alianza política de su partido con el UNIR el 2011, condenando a la muerte electoral a su candidato presidencial Rodríguez Cuadros.

16. En su ensayo, Francisco Guerra García sostiene que: “La inexistencia de un debate público sobre la violencia política y la lucha armada en el caso del MRTA, ha impedido conocer las causas y motivaciones que impidieron el acercamiento entre este movimiento y los grupos que al interior de la IU proclamaron que la lucha armada era la forma superior de la acción política”.

Esta es una demanda legítima, cuya respuesta rebasa los límites de este documento. Vale la pena señalar, sin embargo, que el MRTA hizo esfuerzos para que esta convergencia se produjera. Se sostuvieron reuniones con dirigentes de los principales partidos de la IU, así como con algunas personalidades, sin que pudieran establecerse acuerdos concretos. Curiosamente, la primera de estas reuniones la tuvimos con el entonces senador del PCP, Jorge del Prado — en enero de 1987 — que en ese momento afrontaba ya el proceso de radicalización de un sector de sus bases — especialmente juveniles — , influidas más que por el MRTA, por el curso asumido por otros PC del continente, como el salvadoreño, el guatemalteco y sobre todo del poderoso PC Chileno — que había formado el Frente Patriótico Manuel Rodríguez — los que se habían integrado a la lucha amada (asuntos extrañamente parece desconocer Gustavo Espinoza). Por su parte, Rolando Breña ningunea al MRTA como a un grupo sin significación, cuando varios de los entrevistados y el mismo Javier Diez Canseco en su ensayo, reconocen el papel protagónico que tuvo en la Asamblea Nacional Popular de 1989 (junto con el PCP, el PUM y Patria Roja), uno de los principales eventos de masas de la época.

La división de la IU sepultó a todos los partidos de la izquierda legal y, a mi juicio, también al MRTA.

17. Es ilustrativo que solo se hayan realizado cuatro entrevistas a las mujeres que participaron de la experiencia de la Izquierda Unida, aunque ninguna de ellas tuviera en esa época un rol protagónico. Pero más relevante aún es que todas ellas hayan tenido un destacado rol político años después de desaparecida la IU, mientras muchos de sus compañeros de generación se opacaron en el camino. De haberse mantenido la IU ¿habrían ellas conseguido el notable papel que desempeñaron y que incluso algunas aún desempeñan?

18. Uno de los temas que queda fuera de la reflexión de todos los entrevistados y al que no se alude ni de pasada, es el referido al proceso de “oenegización” de amplios sectores de la izquierda. Fenómeno que iniciado la segunda mitad de la década de los 70, se volvería clave la década de los 80 y de ahí en adelante. Este proceso acentuó la creciente fractura entre los intelectuales y los partidos, pero también produjo ese interesante paso del militante “bolche” entregado a la revolución, al promotor de la ONG.

19. Osmar Gonzales en más de una oportunidad menciona a la presión internacional como la causante de la liberación de Hugo Blanco y los guerrilleros del MIR y el ELN a fines del año 1970. Para establecer los reales hilos de la historia debo decir que no fue así, y señalar que en esta liberación cumplieron un rol destacado Alfredo Torero y el CODDEHH (del que formaban parte Jaqueline Elau de Lobatón, Rosita Alarco, etc.). El momento clave fue el Congreso Mundial de Americanistas que se realizó de el local de colegio La Merced en el centro de Lima, en agosto de 1970 (si la memoria no me es infiel). El Congreso, cuya organización corría por cuenta del IEP y José Matos Mar, reunía a varios centenares de intelectuales de todo el mundo especialistas en América Latina. A la sesión de clausura asistió el general Velasco el que, cuando leía su discurso, fue interrumpido por los/las activistas del CODDEHH que desde el fondo del local gritaban ¡Presos políticos libertad¡ En medio de la confusión y con el ambiente totalmente electrizado por el incidente, se levantó Alfredo Torero, participante en el evento como lingüista que era, se acercó al estrado donde Velasco daba su discurso y le demandó a viva voz la libertad de los presos políticos (Blanco, Gadea, Béjar, etc.). El pedido de libertad fue solicitado también en una de las resoluciones del Congreso Mundial de Americanistas. Tres meses después éstos fueron liberados y los recibimos tumultuosamente en el Coliseo del Puente del Ejército (donde también estuvo, me acabo de enterar, el historiador Antonio Zapata). Tengo la certeza de que en la liberación de Blanco y de los guerrilleros del MIR y del ELN, fue más importante el papel del CODDEHH y de Alfredo Torero en particular, que la presión internacional.

20. En la entrevista a Carlos Tapia — una de las más entretenidas por el desenfado con el que desenvuelve — menciona mi papel en el MIR-unificado de fines de los 70. Primero, elegido Secretario General frente a Carlos Iván Degregori en el Congreso de unidad, y luego derrotado frente a Carlos Tapia en el siguiente Congreso. Me parece importante esta mención, pues si queremos ir entendiendo la historia, lo primero que es necesario hacer es colocar a cada quien en su lugar en la fotografía.

Alberto Gálvez Olaechea

Mayo del 2012

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